Que pesadilla es leer, escuchar o ver en televisión la casta divina de legisladores que tenemos. Que jalan agua al molino por algo tan común y corriente que dijo el exgobernador de Nuevo León, Sócrates Cuauhtémoc Rizzo García, de origen priísta, que por cierto, renunció por corrupción y el asesinato del abogado Leopoldo del Real Ibáñez.
Si nuestros ilustres integrantes del Constituyente tomaran un tour en el museo de la Secretaría de Marina Armada de México (Semar), darían cuenta que desde la época de Venustiano Carranza el tráfico de drogas lo “legalizó’’ el gobierno de Estados Unidos y luego ratificó durante la II Guerra Mundial.
Cuando se pidió a los Presidentes mexicanos permitir la siembra de marihuana y amapola o adormilera, flor antes de ornato en los hogares mexicanos, por cierto hoy prohibida, de donde se extrae la goma de opio para elaborar heroína. Lo que dio origen al nacimiento de los Barones de la Droga mexicanos.
Esto para que el entonces conocido como imperialismo yanqui, siguiera aplicando su política del “Big Stick’’ en sus guerras de Vietnam, Angola y Corea, con lo que inyectaba valor a los heridos, paz lenta a los moribundos y “decisión’’ a sus guerreros para enfrentar a los enemigos de la libertad y la democracia.
Claro que hubo control. No negociación.
Dice el presidente del PAN, Gustavo Madero Muñoz que un Presidente de la República “no es quien pacta con criminales’’, sino quien le hace frente. Lo dirá por Felipe Calderón, claro, no por Vicente Fox Quezada, a quien el actual mandatario criticó por no haber hecho nada contra los Cárteles de la droga.
El negocio de la droga, sin justificar, ha llenado bolsillos de grandes magnates y “aceitado’’ las economías de nuestro país y de Estados Unidos.
En esos recuerdos de “apunte de reportero’’ encontramos una frase célebre de 1998, cuando Barry McCaffrey “Zar Antidrogas’’ de Estados Unidos, en un encuentro celebrado en la exvieja Secretaría de Relaciones Exteriores habló del fenómeno que ya veía.
¿Cuántos cárteles existen en Estados Unidos? Pregunto su servidor, sin presunción.
El general se acomodó. Hizo como que no entendió la pregunta entre el inglés de “Yo Tarzán y tu Jane’’ que algunos traductores se las gastan.
La respuesta, luego que se la repitieron más de cinco veces fue diplomática: “no tenemos organizaciones con esa naturaleza’’.
¿Entonces quién distribuye? Fue el revire. La nueva del “Zar Antidrogas’’ fue: “son pequeños grupos’’.
¿Híjole? Esa era la nota, pero no la hubo.
Ahora los políticos quieren hablar de ética, en algo tan elemental. Primero fue un acuerdo entre gobiernos para esas necesidades. Luego un requerimiento para atender a los héroes de esas guerras para ampliar la democracia y acabar con los demonios del comunismo.
CONTRADICCIÓN DE TESIS
La ética periodística elevó el debate entre los reporteros que cubren las fuentes de Justicia y Procuración de Justicia. Luego que el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) emitió una postura de su juez Juan de Dios Monreal Cuellar, exhibido como quien dejó libre a Julián Zapata Espinoza “El Piolín’’.
Ese que junto con otro grupo de pistoleros del cártel de “Los Zetas’’ mató hace más de una semana a Jaime Zapata, elemento del Immigration and Customs Enforcement (ICE) y dejó mal herido a Víctor Ávila.
Bien todos los argumentos jurídicos. La PGR hizo mal el pliego de consignación y no probó los delitos “graves’’. Esa no fue el centro del debate. Sino el error de redacción de la nota informativa: DGCS/NI: 06/2011.
Donde se hace un recuento del por qué el juez, el 9 de marzo del 2010 otorgó la libertad provisional bajo caución a “El Piolín’’. Pero al final expone que “el 18 de enero del 2010 se le revocó la libertad provisional bajo caución, al dejar de firmar el libro de control de procesos en libertad’’.
Eso desbordó las pasiones. Se dijo fue un error de dedo, pero ratificó el axioma de qué fue primero: “el huevo o la gallina’’.
¡Fue error de dedo de un año!
Bienvenido Carlos Avilés.
Rubén Torres
rtorres@eleconomista.com