miércoles, 2 de junio de 2010

No te quiero, ¡Quiero que seas feliz!



Ya van 45 cuerpos contabilizados supuestamente arrojados a una de las minas más antiguas del país en Iguala, Guerrero. En tanto Ciudad Juárez, Chihuahua, registró en mayo el mes más violento de la historia: 227 ejecuciones. Un grupo de sicarios remató al comandante Obdulio Flores Miranda, mientras se recuperaba de un atentado en la clínica del IMSS de Acapulco, Guerrero.
Mejor paramos.
Sale el presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa, ante su público y dice: “debe quedar bien claro, el Gobierno Federal nunca abandonará a las familias mexicanas a su suerte ni las dejará en manos de delincuentes’’.
¡Y entonces! ¿Los demás días? ¿De cuándo? ¿O en qué país?
Son ya más de tres años de gobierno. Se entiende la decisión, mano firme y la llegada de 100 y 200 Años por celebrar.
Las familias esperan. Miedos los tienen. No desaparecen por verborreas o decretos de los tres niveles de gobierno. Lo lamentable del Jefe de las Fuerzas Armadas, Instituciones de gobierno y electores que le dieron el sí tras el conteo de boletas electorales, es que no puedan decir nada más, que lo que escuchan de Felipe Calderón.
A lo mejor sus asesores no pueden orientarlo. O reportar que estamos de cabeza.
¿Qué país gobierna ese señor? Sería la pregunta.
No cabría espacio en este blog para pifias. El país y los mexicanos no están para “bollos’’, sino que, arde en deseos de esperanzas. Esperanza real. No las de Javier Aguirre –que después del regaño, volvió a creer en su país-, pese a dejar fuera a Jonathan Dos Santos.
¿Quién dice yo?
Si hay alguién, aunque sea que diga algo. De lo contrario seguiremos igual.
“Sabemos que nos necesitan y sabemos lo que la gente exige, más allá de lo que plateen los críticos, que se requiere seguir adelante con este combate frontal a la delincuencia organizada’’.
¿Y entonces?
Recordemos la historia de un padre a un hijo: “No te voy a dar dinero’’.
¿Por qué pregunta el hijo?
“Sólo quiero que seas feliz. Esa, es mi preocupación’’ dice el Padre.
Ahí viene lo bueno. Nos dicen que nadie tiene que arrebatar el terreno, que habrá trabajo, no dinero. ¿Y la felicidad?
“No cederemos ninguna plaza a las bandas delictivas, ni cederemos tregua, ni cuartel a los enemigos del país’’.
Es trivía. ¿Quién dijo eso?
El premio, sería dar un poco de felicidad. No mucha. Algo.

Por Rubén Torres
rtorres@eleconomista.com.mx

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