martes, 26 de julio de 2011

Agradecerán o A-Dios



El millón 332,131 habitantes de Ciudad Juárez, Chihuahua, amanecieron con la noticia que 5,000 elementos de la Policía Federal (PF) que envío la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF) en abril del 2010 a frenar secuestro, extorsión, pugnas de limpia entre cárteles de la droga por la plaza y demás, partirán el próximo mes patrio: septiembre, que porque ya se sacrificaron y existen policías locales que los defenderán.
El cuarto mes del año pasado la SSPF de Genaro García Luna, tomó control de Ciudad Juárez, beneficiado por denuncias ciudadanas y organismos locales que acusaron al Ejército de cometer abusos y violar garantías individuales de los juarenses, que obligó al Ejecutivo Federal a “sacar’’ a los verdes a la periferia y dejar en manos ese trabajo a la policía inteligente.
En septiembre se cumplirían 17 meses de presencia absoluta de la PF, pero habría que esperar el diagnóstico, sí hubo efectividad o no. Hace unos meses El Economista diario publicó un informe que decía todo lo contrario, consideraba un fracaso, no era de nadie más que del propio Sistema Nacional de Seguridad Pública y Centro de Información y Seguridad Nacional (CISEN), que intentó ser desmentido el origen, no el contenido.
Entonces al tiempo. Pero precisamente cuando se hace público que saldrán, en voz del alcalde priísta, Héctor Murguía Lardizábal, que según le dio a conocer el ilustre Comisionado de esa corporación: Facundo Rosas, trascendió otro evento bochornoso que volvió a ensuciar la labor de la PF en ese lugar, no siendo el primero en poco tiempo.
Resulta que unos 20 elementos del ingeniero García Luna, cuando vieron pasar una camioneta a toda velocidad por la calle Barranco Azul, frente a la conocida como Ciudad Judicial, donde se asienta el Centro de Readaptación Social (CERESO), donde ocurría un enfrentamiento entre bandas que buscan el control del penal, con saldo de 17 muertos y 20 lesionados, rociaron de balas la unidad.
¿Qué paso? Pues era el vehículo blindado del secretario de Seguridad Pública del municipio de Ciudad Juárez, el teniente del ejército con permiso, Julián Leyzaola Pérez, quien gracias al blindaje de la unidad no quedó hecho coladera.
El mismo militar comisionado a labores civiles narro: “afortunadamente el vehículo está blindado, sino no, ya no estuviera aquí, iba en apoyo de los elementos que se encontraban en el CERESO’’.
Agregó que después que los 20 elementos de la Policía Federal se dieron gusto en rociar de balas su camioneta, espero, bajo exigiendo una explicación y pidiendo la presencia del superior, pero “nunca me dieron respuesta, aunque todos dispararon’’.

CONTRADICCIÓN DE TESIS

Por esos hechos Héctor Arcelús Pérez, secretario general del Ayuntamiento de Ciudad Juárez, enfatizó que presentará una denuncia ante la Delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) por el delito de homicidio en grado de tentativa contra los elementos que resulten responsables.
“No vamos a permitir que los encargados de salvaguardar la integridad de los juarenses estén actuando de esta manera, ya lo hicieron una vez con el asesinato del escolta del presidente municipal Héctor Murguía’’.
De ese hecho ya nadie se acordaba. Pero sí. Ocurrió en enero pasado cuando el Alcalde se encontraba cenando con unos amigos, llegaron unos policías federales, increparon a unos hombres armados y abrieron fuego, dando muerte a una escolta y no contentos con eso, apuntaron sus armas contra Héctor Murguía.
Claro, sin olvidar otro hecho vergonzoso, cuando elementos de tropa o rasos de la Policía Federal se enfrenaron con sus superiores porque “les pedían cuotas que debían obtener de delincuentes o presuntos que bailaran durante sus horas de trabajo’’, que llevó a la destitución de varios de esos policías enviados a liberar del crimen a los juarenses.
Por eso la pregunta es si los todavía afectados por el crimen común y organizado en esa Ciudad fronteriza los ciudadanos van a agradecer a los Federales o simplemente les dicen “A-DIOS’’, agradeciendo al Ser supremo.


Rubén Torres
rtorres@eleconomista.com

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