Crimen y castigo

El libro “Crimen de Estado” publicado el año pasado por Plaza & Janes ya cobró su primer víctima: el autor Gregorio Ortega Molina, quien hasta el 29 de enero era subdirector de información de la Dirección General de Comunicación Social del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), órgano rector responsable de vigilar y administrar la impartición de justicia en los integrantes del Poder Judicial de la Federal (PJF).
Qué pasó. Resulta que ese día José Guillermo López Figueroa, director general de Comunicación Social del CJF, entiéndase, superior de Ortega Molina, le llamó para decirle que por cuestiones de “reestructuración” solicitaba su renuncia.
Como viejo “Lobo de Mar” y amigo por lustros de José Guillermo -y entiéndase amigos, porque han trabajado por muchos años en varios lados, incluso como jefes de noticieros de televisión-, y como le dijeron, se debía a una “reestructuración”, Gregorio preguntó que si era una “reestructuración” ¿Cuántos se iban a ir igual?
La respuesta fue: “sólo tú”. Conociendo los vericuetos de la fidelidad y “compañerismo” que existe en estos cargos, tuvo que apretar quijada.
Lo que se define y se entiende del cambio del reporteo a la jugosas bolsas de dinero –tampoco se piense que muchas, pero si mejores- del Estado, pidió a su “amigo” –creo que ahora sólo será su conocido- que le permitiera renunciar con fecha “posdatada del 29 de abril.
Esto “con el propósito de disponer de los tres meses que legalmente corresponden a todo empleado federal que desea tramitar su pensión o jubilación”. Es su cita del afectado.
Pese a todo eso, se llegó a su salida. Todo por ser el autor de libro “Crimen de Estado”, que él mismo define “se trata de una novela”.
Lo que fue una historia novelada del narcotráfico desde la crisis desde José López Portillo en los estadios del máximo fulgor del tráfico de drogas que existía precisamente alimentado por Estados Unidos, que utilizó incluso para financiar a “guerrillas” democráticas opositoras a los movimientos revolucionarios centroamericanos.
De lo que es sobradamente conocido a todo aquel que tenga memoria. Mejor lo dejamos entonces en quien se interese en “leer y conocer para entender”. Eso fue todo un vía crucis del autor. Pasar por todo.
Ni el ministro-presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Guillermo Ortiz Mayagoitia, también presidente del Consejo de la Judicatura, le respondió a un escrito, como tampoco sus cuates.
Lo más temible es que todo se manejó como una “intromisión a la independencia del Poder Judicial”. Hágame usted el favor.
Qué tiene que ver la creación literaria con la independencia del Poder Judicial de la Federación. Tal vez pueda entenderse que a sus trabajadores les dan demasiado tiempo para que empiecen a pensar.
¿Qué hay de malo en eso, en los momentos que vivimos?

Contradicción de Tesis

Y el presidente Felipe Calderón está en Estados Unidos, viajó a otro foro, claro nuclear, para decir quién sabe.
Esperemos que no siga atosigando a los mexicanos ilegales, los sangrantes migrantes y los que nacieron allá por falta de oportunidades labores de sus padres, que él prometió hacer acá, que ningún mexicano debe hablar mal de su Patria.
Tampoco que las respuestas no sólo digan el porqué todo anda mal. Y sobre todo comparar a otros países con el nuestro de la Águila y el Nopal, que es lo más sano y propio de nuestros símbolos nacionales ante los 100 y 200 años que hay que celebrar.
Allá se espera diga lo que sostienen las obras cristianas: ¿Por sus actos los conoceréis?
Mejor esperamos que no hable de Chihuahua o Ciudad Juárez o de los niños, adolescentes y casi adultos caídos en “fuego cruzado” por una “minoría de delincuentes” en Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas, Durango y otros más para demandar obtener mundiales de futbol, juegos centroamericanos u olimpiadas ¿Eso que importa? Lo mejor que pedimos a su regreso es que perciba la realidad de México y que no está solo.

Por Rubén Torres
rtorres@eleconomista.com.mx